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29-10-2008

Matthew Sweet, francotirador del pop


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Es inevitable acercarse a la nueva obra de un personaje que lleva 25 años pariendo gemas pop, con, como poco, unas cuantas toneladas de respeto y con la perspectiva necesaria que se merece alguien que continua la vieja tradición norteamericana de francoti

MATHEW SWEET “SUNSHINE LIES” (Shout/Popstocks!)
Es inevitable acercarse a la nueva obra de un personaje que lleva 25 años pariendo gemas pop, con, como poco, unas cuantas toneladas de respeto y con la perspectiva necesaria que se merece alguien que continua la vieja tradición norteamericana de francotiradores del pop, desde Brian Wilson hasta Todd Rundgren.

Pero el caso es que es inmediatamente sonar los primeros compases de la joya que abre el disco, “Time machine” y uno se olvida de perspectivas y respetos y se da cuenta de que el viejo Mateo lo ha vuelto a conseguir… si este fuera un disco de debut estaríamos hablando de la última revelación del power-pop, pero a Sweet siempre tendemos a compararle con el artista que grabó los exitosos “Girlfriend” (disco de oro, nada menos) o “100% fun”. “Time machine”, al igual que sucedía con “The big cats of Shambala” en su anterior trabajo “Living pasts” (si exceptuamos su disco de versiones con Susana Hoffs), funciona de obertura perfecta, de travieso anticipo a todo lo que podremos encontrar a lo largo del disco, guitarras grabadas al revés, melotrón, coros y más coros… orfebrería pop, las viejas enseñanzas de los Beatles, pasadas por los Beach Boys, Honeybus, Raspberries o Badfinger… el disco nos muestra una vez más la cara más experimental de Sweet, ese músico que escapó de las garras de una industria que lo quiso colocar como “the next big thing” cuando se convirtió en el nuevo icono pop underground con “Girlfriend”, el Sweet introspectivo, personal, que disfruta en un estudio como un niño pequeño con su nueva consola y para quien una canción nunca parece lo suficientemente perfecta, acabada, o producida.

No se olvida tampoco de rockear, y cuando lo hace resulta furibundo, como en la declaración de intenciones que es “Room to rock”, propulsada por un furioso riff y la acerada guitarra de Ivan Julian, recordando al Sweet que sonaba sin cesar en las radios universitarias. Hablando de guitarras, tiene al acierto de recuperar al siempre afinado Richard Lloyd en dos temas, una de ellas la cremística “Flying”, en la que los duelos de guitarras y los sincopados redobles de batería de su amigo de Velvet Crush Rick Menck nos demuestran que Sweet aparte de un magno compositor pop ha mamado, y mucho, todo el hard, el progresivo y la psicodelia de los primerísimos 70, la otra la bucólica, larga y bellísima ”Back of my mind” con la que despide el disco… una canción que comienza con aires de balada y se convierte en uno de esos medio tiempo inmortales de pop y soft-rock que tanto llenaban las emisoras hace tres décadas y media. Entre medias, de todo un poco, pero siempre con esa sensación de, en este caso sí, independencia, ganas de experimentar y jugar con los instrumentos y las melodías. Su amiga la bangle Susana Hoffs, con la que grabó el divertimento “Under the covers vol. I” vuelve a aparecer para arroparle en la canción que da título al disco, un corte que en poco más de tres minutos se convierte en una pequeña ópera-pop que recuerda al mejor Todd Rundgren, al del majestuoso “Something/Anything?”, voces y coros cabalgando sobre arpegios atmosféricos, acertada pieza central que demuestra que el mago de la melodía sigue sacándose trucos de la chistera con los que dejarnos boquiabiertos.

“Byrdgirl” es otro de los momentos álgidos del disco, 100% sonido Sweet plagado de guitarras y piano eléctrico, recurriendo una vez más al medio tiempo, velocidad, o más bien ausencia de ella, donde más a gusto se siente, otra preciosidad. La misma idea se repite en “Let’s love”, la misma sencillez y languidez, el viejo tema del amor, o mejor dicho, el desamor, que siempre inspira más… en general es la temática abundante en el disco, huyendo de textos ampulosos, pero acertando con pequeñas imágenes y símbolos en cada momento, (al igual que en “Living pasts”, en la presentación y motivos del trabajo abundan las referencias a la naturaleza, bucolismo puro)

En “Sunrise eyes” se permite el lujo de pisar el acelerador lo justo, para en los siguientes temas, “Around you now” y “Burn through love”, volver a la tranquilidad y la atmósfera luminosa que arropa todo el disco, alcanzando el cénit en la ya comentada “Back of my mind” que cierra el disco, dejándote sumido en un caos de belleza y una orgía de los sentidos que te hace repetir inmediatamente y volver a darla a esa tecla que tiene un triangulito dibujado.

“Sunshine lies” es en definitiva otro grand prix conquistado por este clasicómano del pop, que no necesita precisamente ni la velocidad ni las guitarras hiperdistorsionadas para llegar al oyente. Que después de 25 años Mathew Sweet siga siendo capaz de parir discos tan enormes como este, sólo puede entenderse sí, como el mismo canta en la adictiva “Time machine” con la que alumbra el comienzo del trabajo, está dispuesto a dar un salto al futuro y olvidar el pasado… “time machine, let me into the future, ready to forget the past, long ago only leads to today…”

Después de un cuarto de siglo de artesanía pop, seguimos disfrutando del glorioso presente de Mathew Sweet, sabedores de que el futuro nos seguirá deparando alegrías como esta.

Autor: Pepe Kubrick

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